A principios del mes de noviembre viajé a New Orleans hacia un workshop que venía esperando hace mucho tiempo. Una casa con 10 mujeres de todo el mundo con una misma pasión: la fotografía, bajo la guía de nuestra mentora Kirsten Lewis y Molly Menschel. Otro día compartiré la experiencia alucinante de los mejores viajes de mi vida.
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Hoy quiero contarles sobre NOLA, esta ciudad singular con su propia particularidad que me impactó por su compromiso con el arte y la comunidad.
Primero que nada, la amé.
Amé su intensidad y cómo me invitó de lleno a latir en su identidad. Amé el arte como patrimonio de la comunidad y al que todos tienen acceso. Porque está ahí, latente a cada paso.
Amé experimentar el verdadero "Public Art" y sentir como se inhala de forma inclusiva.
"... es cultura viviente y aprendizaje espontáneo..."
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Bandas de jazz que pasean por la ciudad; muchísimos murales callejeros sustentados por organizaciones independientes.
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Espacios mágicos como "The Music Box Village", la atrevida combinación de colores en las casas, la moda que parece disfraz, los unicornios perdidos, los esqueletos que se trepan por las ventanas, las burbujas en las esquinas, los museos que son galpones, los muchos colores de piel....
Me resuena sin cesar...
El arte como patrimonio de la comunidad.
Alucinante.
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